Mientras el atardecer caía y los últimos rayos de sol se perdían en los oscuros cabellos de Morgana, ella deslizaba sus largos dedos entre pociones, venenos, ungüentos y hechizos. Una gélida sonrisa asomó a su rostro cuando repentinamente se giró, abrió un armario y de él sacó un par de medias de seda negra con costura y unas sandalias de vertiginoso tacón.
Serpenteando sobre la mesa, Serishh la pitón albina, observó a su Ama con curiosidad y siseó una pregunta:
- Ama, usted conoce cien maneras más rápidas y sencillas de extraerle el corazón a un mortal. ¿Para qué tanto esfuerzo?
A lo que Morgana contestó en un susurro:
- Simplemente querida Serishh, no conozco ninguna más cruel.
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